Se cumplieron recientemente 10 años de una de las carreras mas memorables que ha tenido la Fórmula 1 en los últimos tiempos. Fue el Gran Premio de Canadá en 2011 que se quedó en la historia de la máxima categoría como una de las carreras más emocionantes, y que terminó con una agónica victoria para Jenson Button cuando pudo pasar a Sebastian Vettel en la última vuelta, para llevarse la bandera de cuadros.
Pero quiero contarles cómo viví desde adentro aquella carrera a la que tuve la gran fortuna de poder asistir como aficionado.
Habían pasado 9 años desde que mi hermano Rafa y yo estuvimos por última vez en una carrera de Fórmula 1 en el GP de España en 2002. En aquella época en la que Schumacher y Ferrari dominaban ampliamente la categoría, y de la que les platiqué en una de mis entregas pasadas.
Ir al Gran Premio de Canadá había sido siempre uno de esos planes que se quedan sólo en una idea. Y cuando llegaba la fecha de la carrera y tocaba nuevamente verla por televisión, siempre decíamos que el próximo año si teníamos que estar ahí. Esa historia se repitió por algunos años y al final siempre terminabamos viéndola por televisión. Hasta que llegó la temporada 2011. Esa temporada en la que Checo Pérez hizo su debut en la Fórmula 1 con el equipo Sauber; así que esta era la oportunidad de no dejar pasar más ese plan sin llevarlo a cabo.
Planeamos el viaje con varios meses de anticipación. Tal vez desde que supimos que Checo Pérez había firmado para Sauber, y la Fórmula 1 volvería a tener a un piloto mexicano desde los tiempos de Héctor Alonso Rebaque en los 80´s. Cabe decir que en aquellos años, México se había quedado sin Gran Premio de F1, y el de Canadá era una opción viable por la distancia, para volver a estar en una carrera.
No contábamos con la astucia de Checo Pérez que tuvo un fuerte accidente en el Gran Premio de Mónaco quince días antes y tuvo que perderse la que sería su primera carrera en Canadá. Rodó sólo la práctica libre 1 y al no sentirse en condiciones, fue el español Pedro de la Rosa quien entró al quite, así que nos quedamos sin la oportunidad de ver a Checo en su año de debut.
El Gran Premio de Canadá se corre desde 1982 en el circuito Gilles Villeneuve de Montreal. La pista se encuentra en la isla de Notre Dame, pero en realidad en toda la ciudad se respira el aroma de la Fórmula 1 a lo largo de toda la semana del Gran Premio. La calle de Crescent entre otras más del Down Town Montreal como la calle de Peel, se convierten en una verdadera fiesta. Restaurantes, bares, concursos alusivos a temas de automovilismo, autos de lujo en las calles, guapísimas mujeres, tiendas y miles de visitantes le dan vida a la celebración pre Gran Premio.
Luego de ser parte de esa fiesta en las calles, llegó el viernes de la primera práctica. La forma más sencilla de llegar al circuito es por metro. Nos indicaron que había que bajar en la estación Jean Drapeau y de ahí cruzar el río San Lorenzo caminando por uno de los puentes que llevan hasta la pista. Ese viernes del primer entrenamiento libre llegamos al autódromo cuando los autos ya estaban en la pista. Nuevamente ese ruido espectacular de los motores V8 del que les he platicado, apareció en el ambiente. Antes de cruzar por el puente Cosmos, ese bello sonido era perceptible desde el otro lado del rio. Ese sonido que cautiva y emociona fue haciéndose cada vez mayor conforme nos acercamos a la pista.
Entramos al circuito por la zona de la horquilla en la que los autos llegan a cerca de 300 kilómetros por hora, y deben frenar bruscamente en unos cuantos metros para poder girar a la derecha. El ruido que hacen esas cajas de velocidades con el sonido de los cambios hacia abajo, de verdad que pone la piel chinita. Además se combina con el ruido de los cambios secuenciales hacia arriba cuando los autos dejan la horquilla para acelerar a fondo y meterse en la larga recta que lleva hasta la entrada a los pits. Esa sensación fue como una gran bienvenida para nosotros. O al menos así lo sentimos.
Los días de práctica en viernes y sábado se realizaron con un clima de sol en pleno, pero el pronóstico del tiempo anunciaba la posibilidad de lluvia para la carrera del domingo. Mi hermano, mi cuñada, quien hizo el viaje con nosotros y yo, nos frotamos las manos ante la posibilidad de ver una carrera en lluvia.
Llegó la mañana del domingo. Montreal amaneció con el cielo gris y con una tupida lluvia que casi aseguraba que la carrera seria sobre mojado. Después de unos espectaculares hot cakes de desayuno, nos dirigimos nuevamente hacia el autódromo. Seguía lloviendo momentos antes de la carrera.
Para ponerlos un poco en contexto, aquella temporada 2011 tenía como protagonistas a los autos de Red Bull de Sebastian Vettel y Mark Weber. Michael Schumacher había regresado del retiro para correr con Mercedes; Lewis Hamilton había ganado ya su primer campeonato mundial y era compañero de Jenson Button en esos preciosos McLaren plateados patrocinados por Vodafone. Fernando Alonso escribía su historia en su segundo año con Ferrari y Rubens Barrichello corría su última temporada en Fórmula 1.
Me separé de mi hermano y mi cuñada que tenían boletos de la grada 15, y yo me fui a la grada 33 que está entre las curvas 6 y 7 para ver el inicio de la carrera, ya sin lluvia en ese momento, pero con la pista mojada. El escenario ideal para ver una carrera.
Cuando 20 autos pasan enfrente con la pista mojada, levantan una cantidad de agua que parecería que llueve nuevamente. Cada auto levanta una espectacular estela de agua que resulta increíble saber cómo le hacen los pilotos que vienen por detrás para ver y manejar en esas condiciones. Sólo el piloto que va al frente tiene esa ventaja de tener una vista mas clara que el resto. Y ese era Sebastián Vettel, quien tenía el camino libre para encaminarse a una nueva victoria con su Red Bull.
Después de unas pocas vueltas de carrera, no solamente comenzó a llover. Se cayó el cielo sobre el circuito Gilles Villeneuve. No exagero al decirles que llovió todo lo que faltó de llover el día del diluvio universal. Obviamente la carrera tuvo que se detenida, pues era imposible correr en esas condiciones.
Lo que comenzó con la emoción de ver una carrera en lluvia, se convirtió rápido en preocupación por no ver ninguna carrera. Estar ahí era emocionante, pero no redituaba el costo del viaje para volver a casa con las manos vacías. No quedaba mas que esperar la decisión de la dirección de carrera, mientras los aficionados intentábamos cubrirnos de la lluvia debajo de la tribuna. Intento que por cierto fue en vano.
Dos horas después de que el cielo descargó toda su furia, finalmente se decidió que la carrera se reanudaría. Felices todos los que decidimos permanecer ahí hasta las ultimas consecuencias, regresamos a nuestro lugar en la tribuna para ver la carrera sobre pista mojada pero ya sin lluvia sobre nosotros.
Jenson Button se había ido hasta el final luego de un percance con su compañero Lewis Hamilton quién tuvo que abandonar antes de la suspensión de la carrera. El británico se convirtió entonces en el gran protagonista de la carrera y remontó posiciones en cada vuelta viniendo desde el fondo. Realizó 6 entradas a pits y sigo sin entender cómo hizo para estar en posiciones de pelear hacia las ultimas vueltas.
Button pasó a Schumacher, a Webber para ir a la caza del líder Sebastian Vettel. Podía sentirse la emoción en cada tribuna conforme Button recortaba la distancia sobre el alemán de Red Bull. Llegó la última vuelta y sólo un error de Vettel le permitiría ganar la carrera a Jenson. ¿Y qué creen? Ese error llegó justo frente a la grada 33. Vettel frenó tarde, se metió a la zona mojada de la pista y se fue de largo, al mismo tiempo que el piloto de McLaren tomaba el liderato a falta de media vuelta para terminar la carrera. La euforia en esa grada fue inolvidable pues me atrevo a decir que todos queríamos ver a Jenson Button ganar esa carrera después de su clase magistral para manejar sobre mojado.
El propio Jenson Button recordó ese momento en sus redes sociales en días pasados cuando se cumplieron 10 años de aquella gran carrera en Montreal.
Como comentario aparte quiero dedicar este espacio a la memoria de Cesar Ricardo Jurado Zenteno, quién fuera oficial de pista por muchos años. Él fue uno más de los todos apasionados por el automovilismo de la familia jurado en Puebla a quienes acompaño en su pena. Como coincidencia, su hermana Miriam estuvo también en aquel Gran Premio de Canadá de 2011, y más tarde fue ella quién me abrió la puerta para ser parte del grupo de oficiales de pista en el Gran Premio de México. Descanse en paz tu hermano, querida amiga.
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