Obras son amores, y no buenas razones

He visto una y otra vez el incidente entre Lewis Hamilton y Max Verstappen así como estoy seguro que muchos de ustedes que siguen Fórmula 1 también lo han hecho. He leído una gran cantidad de opiniones en relación a esta acción que terminó con la carrera de piloto holandés, la mayoría enfocadas a encontrar un culpable y la mayoría también en contra de Lewis Hamilton quien al final de cuentas recibió una penalización de los comisarios quienes lo declararon responsable del percance. Es una de esas acciones en pista que se comentarán por mucho tiempo y en la que nunca terminaremos por ponernos de acuerdo. Querer imponer nuestra opinión y generar cierta animadversión contra quienes piensan y opinan diferente a nosotros en relación al incidente, tampoco vale la pena. Disfrutemos que hay dos pilotos que a media temporada nos regalaron esa media vuelta en Silverstone como si fuera la última del campeonato. Es una pena que la intensa batalla entre Max y Lewis se terminara tan pronto en la carrera del domingo. Pero no olvidemos que hay mucha cuerda aún en la temporada y ninguno de los dos cederá terreno. Max y Lewis fueron siempre muy respetuosos entre sí, pero la historia puede cambiar a partir de ahora. Siempre se agradecen los gestos de deportividad y fair play,  pero creo que a la categoría no le viene mal el surgimiento de una rivalidad real y no simulada. Bien dicen que obras son amores, y no buenas razones.
No aplaudo que las carreras se resuelvan con un piloto accidentado o que se ponga en riesgo la vida, pero tampoco me olvido de que esa es la naturaleza de este deporte. Es ese ADN que a mi parecer puede encumbrar a los pilotos a la categoría de ídolos entre todos los seguidores del automovilismo cuando reconocemos en ellos el riesgo que corren, y que además le ha dado vida por tantos años a la categoría. Ese tipo de acciones en pista son las que generaron rivalidades históricas en la Fórmula 1 y de las que seguimos hablando en la actualidad. La más famosa de ellas en las últimas épocas y la más recordada ante el percance entre Lewis y Max en Silverstone, es la que existió entre Ayrton Senna y Alain Prost.
Querer buscar a ultranza a un culpable y crucificar a Lewis Hamilton como se le ha crucificado por muchos en redes sociales al grado de llegar a los insultos racistas, resulta a mi parecer mas grave que el hecho en sí. Y digo esto porque a Hamilton se le ha criticado de causar deliberadamente el toque con Verstappen. Habría que estar ahí sentado a cerca de 300 kilómetros por hora para emitir tal juicio. Yo me niego a creerlo.
Cuando se corre a esa velocidad y cuando las decisiones de un piloto deben tomarse en milésimas de segundo, resulta casi en una burla que quienes no hemos estado en esa situación, nos atrevamos a marcar una posición tan tajante en contra de uno o de otro. Claro que se vale opinar pues es lo que les da sabor a estas situaciones, aunque sin caer en fanatismos que no llevan a nada. He visto una y otra vez el accidente y debo confesarles que sigo sin ponerme de acuerdo con mi cabeza sobre la determinación que tomaría si esa responsabilidad cayera sobre mí. Si me preguntan mi opinión, tengo que decir que el simple hecho de que Hamilton puso su Mercedes “casi” a la par con el Red Bull de Max Verstappen en la recta previa a la curva de Copse hace confusa la acción y le da cierto crédito al piloto inglés para haber ido a buscar el sobrepaso en ese sector. Entró pasado en la frenada y se llevó puesto a Max Verstappen sin que a mi parecer pueda catalogarse como una acción premeditada. Fue impulsivo y esas ganas de lucir frente a sus aficionados lo llevaron a una acción imprudente. En ninguna circunstancia diría que Max fue responsable, pero confieso que de inicio y sin ver la repetición del accidente, el percance pudo parecer también un incidente de carrera. Vale recordar como dicta el adagio que las carreras no se ganan en la primera vuelta, y quizá faltó un poco de cabeza fría en Max Verstappen quien llevaba todas las de perder tal y como sucedió en un enfrentamiento abierto en contra de su rival por el campeonato mundial. Aunque es cierto que al final se agradece el ímpetu de ambos en busca de la victoria. Lo más justo es que Hamilton también hubiera quedado fuera de la carrera, pero por cuestiones de suerte para él no sucedió así.
Las penalizaciones que son todo un tema en la Fórmula 1 actual, que vemos en cada carrera y que resultan excesivas por la cantidad en la que en ocasiones se aplican, han sido la causa de ir siempre en busca de un culpable. Esas penalizaciones que a veces se reparten sin sentido a los pilotos en carrera, y sin justicia aparente ante los ojos de muchos aficionados, son las mismas que ponen en jaque a los comisarios encargados de tomar una decisión en acciones como esta. Decisiones que por cierto nunca podrán encontrar total eco de conformidad entre las dos partes y que en la mayoría de las ocasiones generan división de opinión entre los aficionados como se diría en términos taurinos. Decisiones como las que debe tomar un árbitro cuando debe pitar o no un penalti y que nunca dejan conforme a uno y a otro.
Es claro que una penalización de 10 segundos para Lewis Hamilton parece poca cosa para todos si lo comparamos con el daño deportivo que sufrió Max Verstappen, en el que se fue sin puntos del Gran Premio de Inglaterra y resultó en el gran perdedor. Cierto que lo más importante es que el holandés salió ileso y lo demás es lo de menos. Pero enfocándonos solo en lo deportivo, la penalización a Lewis resulta comprensible con la aclaración reiterada por parte del director de carrera Michael Masi, en la que expresa que los comisarios de carrera son responsables de juzgar una acción en pista únicamente, sin tomar como argumentos agravantes los resultados finales de esa acción. Resultados que en este caso se tradujeron en algunos millones de dólares menos en la cuenta bancaria del equipo de Red Bull por el daño de su auto. Los comisarios y la FIA sí que tendrán que analizar el tema a fondo y ser más claros con la forma de penalizar. Por el momento, esas penalizaciones son las apegadas medianamente al reglamento de competencia actual y es lo que hay. Resulta imposible que las penalizaciones siempre dejen conforme a todo mundo cuando los criterios de comisarios son los que deben aplicarse en acciones en pista que en su mayoría son diferentes unas de otras. Si que es criticable cuando acciones muy similares se miden con diferente vara.
También considero que las penalizaciones exageradas pueden atentar contra la naturaleza del deporte que es competir e ir en busca de la victoria y no de inhibirla. Y esa búsqueda por la victoria es la que puede traer desenlaces como el que se dio en el Gran Premio de Inglaterra en el que Hamilton salió ganón.
Sobre el experimento de la Sprint Race Qualifying creo que no consiguió el objetivo de equilibrar las cosas como se pretendía. El experimento otorga poco premio y demasiado riesgo para pilotos y equipos que pueden echar a perder todo su fin de semana en busca de avanzar muy poco en la parrilla de salida definitiva. Tal fue el caso de Checo Pérez que tuvo que conformarse con evitar que Lewis Hamilton sumara el punto extra de la vuelta rápida, luego de su error cometido en el sprint del sábado.
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